lunes, 13 de diciembre de 2010

Desde lo más profundo...

Avanza como una serpiente por tu cuerpo, silenciosamente, lentamente…



Cuando se nos clava una persona entre ceja y ceja ya hay muy poco que hacer. Sus andares, su postura o su torpeza nos parecen exagerados, incluso sus gestos, sonrisas o comportamientos. Su físico nos hace girar la cara y ninguna de sus capacidades nos merece el menor respeto. Todo lo que le rodea tiene una especial capacidad de sacarnos de nuestras casillas, y como si de un complot se tratase, nadie más parece darse cuenta de esa característica.

Su voz aun resuena más fuerte en nuestra cabeza si la queremos olvidar; nos recuerda el rechinar de los dientes, tan habitualmente en nuestra boca al soportar la rabia que nos infunde su presencia. Solo dos palabras de sus labios pueden aflorar el más puro odio en nuestras venas y marchitar por completo todo rastro de amor.

El odio, ese odio que sentimos sin proponérnoslo, que habita hasta en el alma más pura, y que es capaz de destrozar hasta el corazón más fuerte. Es ese odio el que nos hace repeler a esa persona, querer apartarla de nuestra vida, querer olvidarla para siempre.

Pero aun se hace más fuerte cuando lo alimentamos cada día con su presencia, con sus gestos, su cara, su voz. Es aun peor cuando no puedes separarla de tu vida, cuando no puedes olvidarla, cuando no puede dejar de ser parte de ti. Pero lo peor de todo es cuando esa persona eres .





El odio. Ese odio que avanza como una serpiente por tu cuerpo, silenciosamente, lentamente, hasta que anida al lado del corazón esparciendo su veneno a cada latido, y ya es casi imposible sacarlo de ahí…

viernes, 10 de diciembre de 2010

Lo que esconde la razón


A veces me pregunto como es posible creer en una fuerza invisible que empuja el destino, en unas imaginarias cuerdas que lo mueven todo o en un fuerte viento que cambia la veleta de la vida.
Es algo tan simple pero tan irreal que creer en ello con toda tu alma hace que te sientas rídicula a su vez; es algo capaz de enfrentar tu ángel y tu demonio, algo capaz de enfrentarte a ti misma.

Tanta gente cree en lo increíble que a veces me pregunto si no será verdad que algo escribe mi camino. Son tantas las cosas que superan la lógica que tan sólo hace falta cerrar los ojos para imaginar que algo o alguien te guía, que algo o alguien te cuida, que nunca estarás sola.

¿Qué esconde la magia?, ¿Qué hay después de la muerte?

Es muy fácil ser fiel a la lógica, a la ciencia y a la razón, pero he de admitir que en el fondo y muy en el fondo aun espero ver a peter pan en una estrella. Porque a todos nos gusta creer que las personas que nos dejan están viviendo una vida mejor junto a aquellos que un día también se separaron de su camino; porque sí, podría llamarme ilusa, pero soy más feliz pensando que aquellos que ya no están me siguen cuidando desde arriba.

martes, 1 de junio de 2010

Sensaciones


Son sensaciones que te envuelven enseguida, sensaciones que te nublan la mirada cuando se quiere dirigir más allá del mañana. Tienen el don de cambiar a las personas, su vida, su caracter, sus sueños.

Cuando están en tu vida el tiempo se enfurece para convertirse en una llama eterna que ni el agua de una lágrima pueda apagar. Cada segundo pesa en tu espalda y se acumulan más cargas que no puedes soportar; que no te crees capaz de soportar.

Porque cuando estas sensaciones acechan el mundo te parece un lugar mucho más frío, incapaz de ayudarte... y tú incapaz de respirar.

Sólo una luz al fondo te recuerda que nada es real y que todo es producto de esas sensaciones avariciosas que intentan entrar en lo más hondo de tí para acabar con cualquier signo de vida, de magia, de alegría. Es esa pequeña luz quien te guía y te obliga a liberarte de ellas, de esas míseras sensaciones que aun así son capaces de acabar con el único camino de salida... y cuando esto ocurre sólo quedan dos opciones: intentar quitar las piedras que han bloqueado el camino de esa luz salvadora o simplemente dejarse consumir por esas sensaciones que un día alguien decidió llamar tristeza.