domingo, 23 de enero de 2011

¿Qué pasa cuando el camino se acaba?

Caminamos con rumbo por el sendero de la vida. Tropezamos con piedras, atravesamos ríos, incluso a veces lagos. Nos cruzamos con personas y las saludamos al pasar; algunas veces nos paramos a hablar con ellas, otras veces pasamos de largo, pero en alguna ocasión les agarramos de la mano y dejamos que nos acompañen en nuestro camino.

Es largo el camino, tan largo como nosotros decidimos. Hay personas que logran llegar a su meta y se proponen una nueva para seguir caminando, pero hay otras personas que prefieren sentirse seguros en su logro y sentarse a ver la gente pasar por los caminos contiguos. También hay personas que se pasan la vida andando sin llegar nunca a esa meta tan deseada y otras cuantas que se cansan de andar y se sientan en el suelo abatidos.

Para éstas últimas el camino se acaba, solo quedan ellos mismos y el suelo en el que están sentados. No hay metas, no hay ganas de seguir andando, no hay camino, no hay más vida que la que vivieron hasta ese momento. La meta por la que caminaban desaperece y con ella esa fuerza que los animaba a andar.

Sentados en el suelo ven pasar la vida de otros mientras la suya envejece y se queda sin fuerzas. El suelo se agrieta y se va convirtiendo en un agujero más y más negro del que cada vez es más difícil salir.

Pero cuán frustrante es vivir aguantando la vida en la espalda, intentar compartir el camino de otros, salirte constantemente del tuyo, acabar sentado en el suelo. Y cuán frustrante es vivir esperando el olvido...

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